¿Un pacto verde europeo o un "marrón" para el planeta?

Actualidade
22 Febreiro 2021

La situación de pandemia ha reducido el abanico de actividades en el exterior, pasamos más tiempo en el hogar y le prestamos más atención. Se ha señalado que, como resultado, la demanda de reformas o la compra de mobiliario y de aparatos electrónicos domésticos ha aumentado. Aquí, propongo una concepción amplia del hogar, que nos ayude a pensar más allá de las paredes de la vivienda, para las personas que podemos disponer de una, y conecte con la dimensión política y medioambiental.

La palabra "llar" en catalán y “hogar" en castellano derivan del latín laris foci, en referencia al lugar en el que se prepara el fuego. El fuego nos permite cocinar, calentarnos o mantenernos activos sin luz solar.

Aristóteles decía que la polis, la comunidad política, es anterior al hogar. El fuego común precede al que cuidamos en nuestros hogares y sin la polis no se podría mantener.

La búsqueda de la energía y los materiales para preparar y mantener este fuego ha sido una tarea casi tan antigua como la humanidad. El reto continúa, pero ahora somos conscientes de que hay que hacerlo sin agotar los recursos del planeta y alterar el clima. Por tanto, no sólo la polis precede al hogar sino que el planeta precede a la polis.

Los europeos somos parte de una polis que llamamos Unión Europea (UE), actor clave en el proceso de globalización, y por tanto, en el reto de mantener el fuego sin acabar con el planeta.

En diciembre de 2019, la Comisión Europea introdujo el Pacto Verde Europeo como una manera de convertir el desafío climático en una oportunidad única para la transformación del sistema económico y social. Europa quiere ser el primer continente en alcanzar la neutralidad climática en 2050. Es decir, sustituir las energías fósiles por renovables para limitar el calentamiento global a 1,5 grados centígrados.

En 2020, la crisis económica provocada por la pandemia, generó suficiente consenso político para aprobar la propuesta de la Comisión Europea llamada Next Generation EU que comprende un fondo de recuperación dotado con 140.000 millones de euros, dirigido a financiar la transformación. La Comisión Europea subraya que esta transformación será 'verde y digital' (el 37% de los fondos deben ir a la transición verde y el 20% a la digitalización). Los estados español e italiano recibirán hasta el 40% del total de los fondos de recuperación.

Transición ecológica y transformación socio económica sí, pero, a pesar del objetivo a largo plazo de reducir la demanda de recursos y el consumo de combustibles fósiles, la agenda verde europea mantiene el mismo modelo extractivo de minería de materias primas en la UE y en todo el mundo.

La estrategia industrial de la UE describe la herramienta principal del pacto verde: la digitalización. Las tecnologías digitales como la inteligencia artificial, el 5G, la computación en la nube y el Internet de las cosas son indispensables para soluciones climáticas; ya sea transporte eléctrico, casas inteligentes o el trabajo remoto. La digitalización parece una solución limpia, casi utópica, pero, en realidad, para hacer digital la UE se requiere oro, cobre, litio y otros metales.

  • Un estudio prospectivo calcula las materias primas críticas que necesitará Europa para 2030 y el 2050; se denominan materias primas críticas a las que cumplen dos condiciones, son esenciales para sectores estratégicos de la economía europea y hay altos riesgos geopolíticos asociados a su suministro:
  •  "Para baterías de vehículos eléctricos y almacenamiento de energía, en comparación con el suministro actual, la economía de la UE necesitará hasta 18 veces más litio y 5 veces más cobalto en 2030 y casi 60 veces más litio y 15 veces más cobalto en 2050". [1]

La comunicación de la Comisión Europea sobre el pacto verde advierte: "El acceso a los recursos también es una cuestión estratégica de seguridad para la ambición de Europa de lograr el Pacto Verde. Por lo tanto, garantizar un suministro de materias primas sostenibles, en particular de materias primas críticas necesarias para aplicaciones de tecnologías limpias, digitales, espaciales y de defensa, diversificando la oferta tanto de fuentes primarias como secundarias, es uno de los requisitos previos para conseguir esta transición".[2]

Un pacto para la transición ecológica y la transformación, fundamentado en la explotación de tierras ricas en minerales y metales, a menudo en lugares donde se vulneran los derechos humanos, es más bien marrón que verde. En la práctica, será un marrón para las poblaciones que sufran los impactos negativos y para el planeta.

¿Entre la sostenibilidad del planeta y la seguridad de la UE? ¿Qué se priorizará?

La UE ya describe abiertamente el acceso a los recursos como un riesgo a la seguridad, al que se debe responder con una política exterior que garantice el suministro y una política interior que promueva la expansión de las zonas mineras en los países de la UE.

Diferentes organizaciones de la sociedad civil denuncian que, si no se adoptan políticas que garanticen el uso de tecnologías menos explotadoras, el control ambiental, social y de derechos humanos para proyectos mineros y el derecho de las comunidades afectadas a dar su opinión, el coste de la neutralidad climática de la UE lo pagarán las sociedades que viven fuera de la UE y algunas zonas de la UE. La UE ya está favoreciendo la expansión de la actividad minera en las fronteras cercanas de la UE (Ucrania, los países de los Balcanes...) y en algunos países miembros como Suecia, Francia o España, donde, por ejemplo, se está proyectando una explotación de litio a menos de 1 km de la ciudad de Cáceres.[3]

La dependencia europea de las cadenas de suministro global no es nueva. La irrupción de la pandemia hizo patente la desorganizada búsqueda de suministros sanitarios esenciales (mascarillas, respiradores...).

Sin embargo, el confinamiento en el hogar no debe ser el modelo para la acción política de la Unión Europea. Asumir la transición ecológica requiere una visión amplia de la polis, que reconozca los derechos de los hogares vulnerables dentro y fuera de Europa, y fomente un cambio de estilo de vida, menos depredador de los recursos naturales del planeta.

Fuentes: Justicia i Pau, M.A. Prieto