¿Cuando perdimos el foco con las migraciones? Somos una sociedad diversa hace mucho tiempo

Gaurkotasuna
27 Azaroa 2020

Nota de la editora: Esta noticia está basada en otra publicada en el Blog de Cristianisme y Justicia y su autor original es Alberto Ares.

Entrar a las 7:30 am al metro en barrios como La Salut en Badalona o Vallecas en Madrid nos muestran la transformación que está viviendo nuestro país desde hace ya varias décadas.

Es verdad que cuando hablamos de migración lo más importante no son los números, sino el valor intrínseco de las personas, pero creo que desde hace años en España y en Europa hemos perdido el norte.

Según datos del INE, en España viven 7,74 millones de personas, un 16,3% de la población española, que tienen origen migrante. Solo en el año 2019 llegaron a España un total de 716.226 personas inmigrantes. En la primera década de este siglo España se ha convertido en uno de los principales países receptores de personas migrantes en nuestro entorno.

Durante el largo periodo de crisis y recuperación, y los múltiples recortes en servicios públicos, el proceso de integración de la población de origen inmigrante en España desapareció del debate público. Se dejó de hablar sobre la integración y sus políticas, y cuando se habló de inmigración, se habló, sobre todo, de tres temas:  fronteras, refugio e irregularidad.

Como decíamos, los números no lo son todo, pero cuando escuchamos en los periódicos que nos están “invadiendo” y que hay una crisis migratoria en la Frontera Sur, ¿de qué número de personas estamos hablando? En 2019, según datos del Ministerio del Interior llegaron a España 32.513 personas migrantes de forma irregular por vía marítima y terrestre.

¿Cuántas solicitudes de asilo fueron concedidas en España en 2019? 118.264 personas solicitaron asilo, con un 5% de resolución favorable de protección internacional y un 66% con protección por razones humanitarias.

Cuando nos intentan asustar con las cifras de población irregular en España, ¿de cuántas personas estamos hablando? En el año 2019 se habla de una horquilla de entre 400.000 a 500.000 personas, lo que representa un 0,8% de la población total que reside en España y un 5% de la población de origen inmigrante.

Frontera, refugio e irregularidad sin duda nos presentan tres elementos que no podemos perder de vista. Una realidad de vulnerabilidad grande, que recoge mucho dolor y muertos en el fondo del mar, y auténticos dramas en el corazón de nuestras ciudades.

En pocas décadas España ha vivido una silenciosa transformación demográfica. Un cambio del que la sociedad española todavía no es plenamente consciente. España ya supera los 47 millones de población, pero desde hace años su saldo vegetativo es negativo. Mueren más personas de las que nacen. El envejecimiento poblacional es notable. España solo gana población debido al saldo migratorio.

Tanto la OCDE, el FMI, como el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones en España, entre otros, plantean la oportunidad de la incorporación de personas inmigrantes en España como una de las soluciones al envejecimiento de la población. Estos organismos hablan de la necesidad de absorber 5,5 millones de personas migrantes hasta 2050, y varios economistas en España hablan de la necesidad de una media de 250.000 a 300.000 al año.

¿Qué perfil tienen las personas que han llegado a España en las últimas décadas? El libro Un arraigo sobre el alambre (FOESSA, 2020), elaborado por el Instituto Universitario de Estudios sobre Migraciones de la Universidad Pontificia Comillas y Cáritas Española muestra como la gran mayoría de los 7,4 millones de personas de origen inmigrante, pese a tener niveles educativos similares a los nativos, están profundamente segregados en la parte baja de la estructura social española, concentrados en ocupaciones elementales –empleo doméstico, peón agrícola y de la construcción, hostelería…-, e intensamente afectados por la temporalidad, los salarios bajos y la pobreza. Hay que añadir el fuerte impacto que la pandemia está dejando en este colectivo, y la irregularidad sobrevenida que están padeciendo. Asimismo, a pesar de los discursos hechos y estereotipados que señalan lo contrario, cuenta con unos niveles de protección social relativamente bajos.

En este contexto, sin duda, hablar de migración hoy en España es hablar de nosotros mismos. Uno de los grandes retos a los que se enfrenta el país en los próximos años es la gestión de la diversidad. ¿En qué situación nos encontramos para enfrentar este reto?

Según diversos estudios, el grado de integración y cohesión social se han visto muy mermados en los últimos años. El Fondo de Integración ha sido nulo prácticamente desde la crisis del 2008. De hecho, el último Plan Estratégico de Ciudadanía e Integración (PECI) data del periodo 2011-2014. En diversas ocasiones, la Comisión Europea ha alertado a España por la elevada desigualdad y niveles de pobreza que, como describíamos, afectan de manera especial a la población de origen migrante.

Por su parte, desde el Servicio Jesuita a Migrantes apostamos desde hace décadas por la hospitalidad y la diversidad, como una forma de acogida y acompañamiento integral en todos nuestros centros, que se concreta de manera privilegiada en una red de comunidades de hospitalidad en distintos rincones del territorio nacional, así como en programas de patrocinio comunitario.

¿Para cuándo un plan o estrategia sobre convivencia y cohesión social?  Solamente desde una mirada integral podremos responder de forma conjunta a esta realidad, dando participación tanto al Gobierno central como a las Administraciones regionales y locales, junto con la sociedad civil.

Evidentemente hay que dar una respuesta humanitaria, firme y coordinada ante lo que ocurre en Canarias, al drama de tantas personas refugiadas y a aquellas que viven una invisibilidad que las convierte en carne de cañón de la marginalidad. Pero junto a esto, nos estamos jugando el futuro de nuestras sociedades plurales y diversas, y parece que miramos para otro lado. No hace mucho tiempo fuimos nosotros quienes emprendimos el viaje en busca de un futuro mejor, pero parece que se nos ha olvidado ya.

Muchos barrios de nuestras ciudades están viviendo la multiculturalidad a pasos agigantados, y sin unos programas claros que apoyen la integración de los más vulnerables, estaremos convirtiendo nuestros barrios en auténticos polvorines, sin futuro. Todo apunta a que si seguimos esta senda, no tardando mucho estaremos viviendo lamentables situaciones y focos de violencia como las que se han vivido en barrios de sociedades de nuestro entorno como en Reino Unido o nuestra vecina Francia.

¿Es que no nos damos cuenta de que vivimos en una España diversa desde hace décadas? ¿Cuándo perdimos el norte? Como sociedad podemos mirar hacia otro lado, incluso alimentar un discurso nacionalista y xenófobo, o bien sacar lo mejor que cada cual puede aportar y apostar por un futuro donde vivir juntos sea una oportunidad para crecer como sociedad.